domingo, 21 de mayo de 2017

EDADES

"Tengo tendencia a creerme más invencible de lo que realmente soy. Pero para eso están los golpes de la vida, para recordarte que nunca debes alejarte demasiado del taller emocional que supone un alquien que te quiera mucho, y sobre todo, que te quiera bien.
En la edad de hierro te encuentras tirando de carros que no sabías que podías liderar. Y también se te deja de escuchar en otros temas en los que antes creías tener alguna autoridad. Y hay que recordar que te equivocas lo mismo. O incluso más. Pero eso es lo que tiene arriesgarse a no quedarse quieto, a querer avanzar. Que en ocasiones te encuentras donde no querías y tienes que dar marcha atrás.
En la edad de hierro las críticas ya no son constructivas o destructivas. Ahora las divides entre útiles e inútiles. Aquellas que te sirven para mejorar y las que no. Aquellas que buscan hacerte daño por hacerte daño y las que pretenden hacer de tí mejor persona. Mejor tú. Y sobre todo, las que no tienen denominación de origen, vienen sin certificado de autenticidad.
La edad de hierro se caracteriza también por las batallas. No por las que cuentas, que también. Sino por las que de pronto te toca librar. No es que se reduzcan, al revés, diría que se recrudecen y se juega uno cada vez cosas más importantes. Lo que sí ocurre es que de pronto aprendes qué batallas vale la pena luchar y cuáles no. Cuáles dependen de tí y cuales son pasto de los pasos perdidos, porque en la edad de hierro aprendes que el tiempo hace el trabajo sucio por tí.
Por eso, inauguras la edad de hierro cuando aprendes que una mentira a medias tiene mucho menos recorrido que la verdad. Sabes que igual escuece, sí. Pero no pudre y ayuda a cicatrizar" R.M.

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